Se trata de otro de los 2 geositios que me ofrecí a describir para el Geoparque Villuercas, Ibores. Jara. No solo porque, tánto éste como el de los trampales del Valle, los conozco bien, sino porque ambos sentimentalmente hablando evocan en mí sensaciones muy especiales.
El Arca del Agua porque hace ya diez años que recorremos ese sendero tan hermoso para mostrar a nuestros clientes los otros tesoros que pueden encontrar en Guadalupe, emocionándome todavía cuando recuerdo el día que yo lo recorrí por primera vez y la sensación que tuve al encontrarme de repente con la singular obra hidráulica y no digo nada al adentrarme en sus laberintos. Puedo escribir aquí orgullosamente que fuimos los primeros en poner en valor esa joya escondida y olvidada y, desde luego, me alegro muchísimo de que 10 años después esté dentro de uno de los geopuntos importantes del Geoparque y mucha más gente pueda conocer su existencia. De hecho, el artículo posterior es parte del que en el año 2002 escribí en el nº 5 de la Revista Aqua de la entonces Consejería de Obras Públicas y Turismo.
En cuanto a las turberas del Valle del Hospital del Obispo, el sentimiento es aún más fuerte ya que a él me unen lazos de parentesco que tienen mucho que ver con mi compañera que es la que es de esta tierra y me ha transmitido parte del amor hacia ella (y digo parte, porque el resto no ha hecho falta ya que me he enamorado yo solito de una tierra que llevo pateando desde hace 23 años). Y es que, desde que vengo por aquí, siempre he oído contar a familiares directos de Navalvillar de Ibor, la cantidad de veces que las vacas, que los abuelos tenían hace ya muchos años aprovechando los frescos pastos del valle, quedaron atrapadas en esos "trampales", como también se llama a las turberas, por los profundos pozos que genera el encharcamiento. Hoy los abuelos ya no están y yo no tuve el privilegio de conocerlos, pero cada vez que paseo por ese paraje siento su presencia y noto la fuerza con la que debieron intentar convivir con un medio natural difícil pero increíblemente hermoso.
MINAS DEL ARCA DEL AGUA. (José Antonio Montero). Fotografías al final del artículo.
Coordenadas geográficas: 39º 27´44´´ N ; 5º 22´3´´ W
Coordenadas UTM: 30S 296.343 m E; 4.370.759 m N
Altitud: 915 m.
Se podría decir que cuando se vaya a visitar este Geositio, se va en “busca del Arca Perdida”, lo que viene de cine a la hora de intentar contar con palabras como en los alrededores de Guadalupe y en pleno corazón de La Villuerca se encuentra una de las obras hidráulicas más importantes y desconocidas de la Edad Media: La captación, almacenamiento y conducción de agua desde el nacimiento del río Guadalupe hasta la Puebla del mismo nombre.
Es normal que la belleza del Monasterio y de la puebla medieval que lo rodea hayan eclipsado a los ojos de todos los visitantes la obra mencionada, lo que ha propiciado la conservación tanto del Arca como del hermoso paraje en el que se encuentra tal y como debieron ser en sus orígenes.
Hacia el año 1.350, el segundo prior secular del Monasterio, Toribio Fernández de Mena, antes capellán mayor del Rey Alfonso XI (fundador de Guadalupe), se vio en la necesidad de abastecer las demandas de agua, tanto de la población en aumento, como de la gran cantidad de peregrinos que se acercaban a venerar la imagen de la Virgen.
Así y puesto que en las tres Villuercas (como se conocen comúnmente los tres picos que dan nombre a parte de la comarca), nacen 5 ríos de caudal continuo, era lógico pensar en la existencia de manantiales abundantes de los que poder abastecerse, ¡lo único que había que hacer era encontrar los más cercanos, concentrar su agua y conducirla hasta el pueblo!, casi nada teniendo en cuenta lo abrupto del terreno, los medios existentes en la época y la distancia al pueblo de los manantiales más próximos situados a no menos de 5,8 km. Con lo que parece ser no contaba la dificultad de la empresa es con el tesón y la intrepidez del Prior Fernández de Mena, no en vano uno de los más activos que tuvo Guadalupe, que consiguió lo que se propuso, costándole la obra un total de 30.000 doblas de oro, lo que suponía una inversión enorme en aquella época.
Se comenzó por realizar la captación de agua de grandes manantiales situados en la falda de la primera Villuerca, justo por debajo de unas inmensas pedreras, lo que da idea de los conocimientos de hidrogeología que podían tener los encargados de encontrar los mejores manaderos en los que tiene su origen el Río Guadalupe (no Guadalupejo como, no se sabe quién ni cuando, tuvo la infeliz idea de bautizarlo despectivamente), excavando una pequeña explanada y construyendo un depósito de piedra y ladrillo, que concentraba y almacenaba el agua de los distintos manantiales, conocido con el nombre de Arca del Agua por su forma de arca. Desde allí y aprovechando la diferencia de altitud, se construyó un canal abierto de casi 6 km. por la ladera de la sierra, por el que discurría el agua hasta Guadalupe, distribuyéndose después la misma por la población y sus edificios a través de numerosas fuentes y aljibes (hasta 45 en 1.798, según aparece en un cuadro que puede verse actualmente en el Ayuntamiento de Guadalupe), de las que se conservan actualmente 15.
Pero la mayor dificultad de esta primera parte de la obra apareció en forma de cerro inoportuno, el Miramontes, que se interponía justo entre los manantiales y el pueblo y, por supuesto, de mayor altitud que los primeros, por lo que suponía una barrera natural a la bajada del agua por gravedad. Rodearlo, suponía tener que realizar una canal de una longitud dos veces superior al proyectado, por lo que el intrépido prior, optó por ir por el camino más corto y ¡ATRAVESARLO!, no dudando en realizar un túnel de 600 pies de longitud (aprox. 148 m.) en el que, según cuenta el Padre Talavera en su Historia de Ntra. Sra. De Guadalupe del año 1.596, cabía un hombre montado a caballo. Desde entonces, el monte es conocido con el acertado nombre de Cerro Horadado (Hurocao en aquella época) y puede atravesarse todavía hoy de lado a lado.
Después de aquella primera obra, los sucesivos priores del Monasterio, ya en la época de la Orden de los Jerónimos, fueron mejorándola, así, en 1.448, el agua se canalizó en tuberías de barro cocido, que aún pueden verse en algunas zonas y en 1.498, se unió a esta conducción otra que concentraba el agua de manantiales existentes en lo alto del cerro de Miramontes.
Fue en 1.521, cuando se realizó la segunda parte de esta magnífica obra hidráulica y que más sobrecoge actualmente cuando se visita. Por aquel entonces, el Prior, Fray Juan de Siruela observó que los manantiales perdían ¾ partes de agua, siendo la causa de ello una gran grieta que se había abierto bajo los mismos debido al peso del agua concentrada. Para subsanar el problema, tampoco se echó atrás a la hora de construir en las entrañas de la montaña una serie de robustas minas realizadas en piedra hasta 2/3 de su altura, rematadas en una bóveda realizada con ladrillo aplantillado y posteriormente encaladas. El fin de dichas minas, en la mayoría de las que cabe sin problemas una persona de pie, era la localización de diversos manantiales abundantes y su conducción hasta el depósito de almacenaje del Arca del Agua, dónde confluían, por lo que partiendo de una entrada común, dichas minas se ramifican buscando los citados manantiales y constituyendo un singular laberinto de más de 200 m. de longitud total.
En el Ayuntamiento de Guadalupe se conserva uno de los códices más completos, escrito en 1.540, que viene a ser un excelente manual de instrucciones para la conservación, limpieza y mantenimiento de la obra.
En la actualidad dichos túneles siguen siendo testigos del discurrir del agua subterránea en la total oscuridad, y se puede asegurar que, cuando se entra en ellos por primera vez, se vive una aventura difícil de olvidar, por lo misterioso y emocionante de la situación.
A finales del siglo XVI, fue cuando se realizó la última restauración (de las antiguas) de la obra, construyendo arquetas en todo el recorrido de la canalización con el fin de desatascarla cuando se obstruía por culpa de las raicillas de la vegetación.
A finales del siglo XX se sustituyeron los tubos de barro cocido por otros de fibrocemento que han sido cambiados en el año 2.010 por nuevos tubos de polietileno.
Hoy en día a pesar de que varios de los manantiales a los que conducen las galerías se han desviado por el deterioro del fondo de las minas y se han secado, parte de la excelente agua que se bebe en Guadalupe sigue viniendo de ese mismo lugar construido hace casi 700 años.
Es de destacar la hermosa ruta de senderismo que, desde la población, nos conduce hasta la obra descrita anteriormente. Se trataría de un recorrido de 11 km de distancia (ida y vuelta), con un primer tramo de subida de unos 4 km que atraviesa zonas de cultivo de olivar que van dando paso a hermosos castañares según vamos subiendo en altitud. A partir de aquí y desde la zona denominada Humilladero (dónde se puede visitar la ermita del siglo XV del mismo nombre) recorremos, prácticamente en curva de nivel, el resto del camino hacia el arca, atravesando una zona inicial de pinar y adentrándonos después en una espesa masa de robles en zonas de umbría y ya, más en solana, encinas, alcornoques, quejigos y madroños.
A parte de la vegetación encontrada, son excepcionales los paisajes avistados durante la ruta, desde la población de Guadalupe con el Monasterio a lo lejos, hasta los valles del Águila y el Mato en los que se observa una exuberante vegetación de ribera: alisos , frenos, chopos, loros, etc. A la llegada al Arca se observan inmensos farallones de cuarcita dónde se pueden ver fácilmente el buitre leonado y el alimoche y en el transcurso de la ruta y con un poco de suerte se pueden avistar ciervos, corzos y jabalíes.
FOTOGRAFÍAS: José Antonio Montero García.
• Foto 1: Arca del Agua o aljibe, dónde se almacena el agua procedente de todos los manantiales.( S. XIV). restaurada en el (S. XVI).
• Foto 2: Interior del Arca. Se observa por dónde entra el agua en la misma.
Foto 3: Puerta de entrada a las minas de captación de los manaderos construidas en el S. XVI.
• Foto 4: Cuadro de 1.798 de distribución del agua en Guadalupe. Conservado en el Ayuntamento.
• Foto 5: Entrada a las minas. Placa de cobre del S. XVI con instrucciones del Prior Juan de Siruela para no dejar atascar la conducción.
• Foto 6: Manantial ascendente dentro de las minas.
• Foto 7: Códice del S. XVI. El Libro de las Aguas. Con instrucciones sobre el mantenimiento y planos de la obra.
• Foto 8: Galería donde se observa al fondo los tubos por dónde salía el agua de la pared y en el suelo las tejas de barro por dónde discurría la misma hacia el Arca.
• Foto 9: Espectacular Valle del Ágila atravesado por el camino del agua.
• Foto 10: Paso a la cabecera del Valle del río Guadalupe.
• Foto 11: Farallones de cuarcita con buitreras.
BIBLIOGRAFÍA:
• Guadalupe: Arte, historia y devoción mariana. FR. Arturo Álvarez. O.F.M. Ediciones Studium.
• Guadalupe: Historia, devoción y arte. Fr. Sebastián Gracía O.F.M., Fr. Felipe Trenado. O.F.M. Editorial Católica Española.
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