Cuando contamos u oímos relatos relacionados con el mundo que nos rodea y los mitos o magia que se les atribuía en el pasado a ciertos fenómenos naturales o, a animales o, a plantas o, a piedras, o a casi todo, a menudo nos pasa que nos entra nostalgia de esas épocas en las que se sabía menos y se imaginaba mucho. Épocas en las que, dependiendo de una civilización u otra, se consideraba por ejemplo al búho como protección y ayuda en la oscuridad y otras, sin embargo, era presagio de muerte.
Creencias que relacionaban estrellas con seres mitológicos, la esencia del mundo con los árboles, el poder de ver imágenes futuras al mirar a través de un cristal de cuarzo, o la dualidad del carácter maléfico y demoníaco del lobo, según unos, o su vinulación con las virtudes del valor y de la fuerza, según otros.
Como en casi todo, el conocimiento profundo de lo que nos rodea es lo que nos da el verdadero poder sobre ello y eso, la mayoría de las veces, lleva a que le perdamos el respeto y el miedo, pero también hace que se pierda el misterio, la magia, la imaginación, desbocada a veces, la intriga, el enigma, la espiritualidad, el mito..., palabras que, a nosostros, nos encantan.
Antes el hombre sabía menos y era más igual y más cercano a lo que le rodeaba, ahora el hombre sabe más (Homo ¿sapiens?) y todo lo que le rodea se aleja cada vez más de él. ¿Evolución o involución?. Ahí os dejamos la cuestión.
Uno de los ejemplos de esta espiritualidad pasada relacionada con cualquier cosa y que más nos gusta, por la dimensión que tuvo en su época y el "bichejo" del que se trata, es la divinización del escarabajo pelotero por la cultura Egipcia. De esta manera, donde nosotros solo vemos estiércol, huevos y larvas que se alimentan de ello, los egipcios vieron el renacer de la vida a través de esa bola que ofrecía protección y calor a sus huéspedes y que, según ellos, el esarabajo giraba igual que el dios-sol giraba a diario de un lado a otro del firmamento. El esarabajo, por tanto, simbolizaba el sol, su deidad más importante.
Con el correr del tiempo, el escarabajo se convirtió en un amuleto que, llevado en vida, ofrecía protección contra el mal y era símbolo de vida, poder y fuerza y, el que lo llevaba después de la muerte podía resucitar y obtener vida eterna.
Y ahora decidnos con sinceridad, ¿quienes de aquellos que leáis este artículo y hayáis tenido la suerte de estar en Egipto, no os habéis traido vuestro escarabajo de la suerte?
Aquí os dejamos nuestro particular escarabajo pelotero, grabado la otra noche durante una ruta, y lo compartimos con todos vosotros con deseos de vida y de suerte en estos difíciles tiempos.